16 de febrero de 2009


Habitación luminosa. Claridad, privacidad.
La luz entra a través de las tupidas cortinas, envejecidas por el paso del tiempo, pero conservando aún parte de su blancura inicial. Si miras fijamente, parece querer atravesarte. Se enreda en tu retina y durante unos segundos juega con tu pequeña pupila.
La habitación cobra vida, los colores se recrean, desordenadamente ordenados, creando así un nuevo espacio, en el que poder disfrutar de cada una de las curvas de tu cuerpo.
Mi mano recorre tu silueta, dorada por los rayos solares que entran tras la ventana. Se eriza tu pelo.
Mi dedo serpentea alrededor de tus lunares, y encuentra un recoveco debajo de tu oreja que te hace estremecer.
Voy, aventurera, buscando sitios sin conquistar. Pruebo con mis labios de ti. Con mis manos. Con cada parte de mi cuerpo, que se une a ti como un imán que atrae el polo opuesto de otro.
La música fluye a nuestro alrededor. Es suave y lenta, como nuestros movimientos.
Calidez, humedad. Nuestro pequeño mundo en estado puro.

Después, tus brazos se hacen confortables para mí. Como una niña indefensa me dejo cuidar por ti.
Mi protector. Un héroe sacado de mi propia novela caballeresca.

6 de febrero de 2009

Simbiosis fatal.

Tú. Sí, tú.
A ti te hablo. A ti, que miras la vida por encima de tu hombro. A ti, que malgastas cualquier oportunidad de ser feliz. A ti. A ti que desparramas el amor por encima de la mesa, y no te preocupas lo más mínimo por recolocarlo en su sitio. A ti, que osas saber como el que más, llenándote de veneno por dentro para luego explotar. Tú, que quieres ser único en tu especie. Que no quieres ser como los demás, pero acabas berreando como los de tu alrededor. Tú. Tú, que ni siquiera sabes que existo. Que paso los días consiguiendo un pedacito de ti. Que transcurro incesante alrededor de tus pasos. Que subsisto gracias al calor que consigo atrapar en tu rastro. No sabes nada. Tú, que miras a la vida por encima de tu hombro. A ti. A ti, yo me dirijo. A ti, mi soñado e imaginario caballero tras su querida damisela. Tú, que ni siquiera eres capaz de deletrear s-e-n-t-i-m-i-e-n-t-o. Tú, que vives por vivir. Ambicioso y derrotado. Tú. No te has dado cuenta que esa no es la solución. Que tus caminos se han cruzado y has cogido la manera equivocada. Tú. Tú, mi gran amor. Suspiraré por ti, porque sé, que nada tenemos que ver. Que no habrá nadie que desenrede tu enredo. Que tu cabeza es tuya y no dejarás que nadie entre en ella. No dejarás que nadie te acompañe. Tú, salvaje de la vida. Tú, que miras la vida por encima de tu hombro. Qué atrevimiento. A ti. A ti, yo me dirijo.

¡DESPIERTA YA!